A mis manos siempre llega de golpe
como una bala perdida. Y mas cuando
ya no quiero ni tocar estas lecturas. Tengo
repetida siempre la misma impresión de él,
su desesperación racional, su inquietud enferma.
Hablar mal o bien de él da igual, o el mejor
mentiroso o una vida brillante y decadente.
Y entre estas dos posibilidades siempre justifico
todas sus palabras. Si de poder creerle, le
creo todo. Tiene en una mano el alpiste de la
vida profunda, del ser el uno con el todo.
Y en la otra, una balanza encarnada, la duda de todo,
la razón que lo ahuyenta todo.